null Búsqueda de evidencias: COVID-19 ¿Una oportunidad para generar conocimiento?
Editorial
18/05/2020

Carmen Natal, Elvira Muslera, Martín Caicoya y María Luisa García.

Consejo Director de eNotas

Desde que Gordon Guyatt definiera la medicina basada en la evidencia, allá por 1991, se han escrito innumerables documentos metodológicos que dieron contenido a la definición. Esto dio pie a contar con una metodología consistente y sobretodo homogénea para el mundo sanitario, y lo de mundo es en sentido literal.

Estas exigencias metodológicas afectan a los lentos procesos normativos que tienen que cumplir la investigación clínica y la gestión de recursos sanitarios. Desde hace tiempo se viene cuestionando los retraso en la incorporación de nuevas tecnologías que pueden contribuir a mejorar la salud, como si la variable tiempo se hubiera convertido en una variable de no significación.

Ha tenido que aparecer SARS-COV-2 (COVID-19) durante 2020 para que todo esto, no solo se cuestione sino que pueda percibirse un cambio. Además de los numerosos análisis realizados sobre la vulnerabilidad de nuestra sociedad, sobre la resiliencia del sistema sanitario y del sistema social y sobre la viabilidad del actual modelo económico, el COVID-19 también ha generado una crisis de conocimiento científico y de cómo éste se plasma en la práctica clínica.

Después de generalizar, con un gran esfuerzo, las prácticas clínicas basadas en la evidencia y la evaluación de tecnologías sanitarias para la incorporación de tecnologías seguras, efectivas, adecuadas y aceptables, nos encontramos que esas metodologías consistentes y esos procesos normativos robustos nos dejan con pocas respuestas, en tiempo y forma, frente a situaciones como esta pandemia, dónde son más las incertidumbres que las evidencias, que exigen actuaciones rápidas no exentas de riesgo y que por su dimensión llegan a consumir prácticamente todos nuestros recursos materiales y humanos.

En situaciones así, que se mueven rápidamente en un terreno incierto, no podemos acudir a la fortaleza de las evidencias de los ensayos clínicos o de las revisiones sistemáticas, ni tampoco podemos sustentar nuestra estrategia en evaluaciones económicas que predigan con un mínimo de veracidad. La principal fuente de conocimiento son pequeños ensayos clínicos con diseño dudoso, comunicaciones de series de casos analizados en caliente y publicadas tras un proceso de revisión mínima. Mientras, los políticos deben elegir estrategias de contención con escasas pruebas sobre su efectividad que afectan a la comunidad y a la economía y las y los profesionales que trabajan en primera línea están obligados a tomar decisiones en la incertidumbre que pueden tener consecuencias vitales. En esta situación tan angustiosa, debemos celebrar tres buenas noticias.

La primera es que la demanda de conocimiento y experiencia sobre el COVID-19 ha supuesto una aceleración de los procesos editoriales y con ello una relajación de los procesos de revisión. Es así que por poner un ejemplo, consultado PubMed el 22 de abril se habían indexados 4375 artículos sobre COVID-19 desde el 1 de enero del presente año.

Esta plétora de información de dudosa calidad puede llevar a la confusión, por eso son tan importantes las iniciativas que ayudan a desbrozar la incertidumbre, con las herramientas disponibles, esta es la segunda buena noticia. Entre las iniciativas citamos:

Las Evidencias COVID- 19 del centro Cochrane Iberoamericano, que recoge una serie de documentos que sintetizan la información más relevante para dar respuesta a preguntas clínicas y temas prioritarios sobre la pandemia, en forma de revisiones de la literatura y evaluaciones críticas de estudios. Los documentos han sido elaborados por integrantes de la Red Cochrane Iberoamericana con la intención de sintetizar y actualizar el conocimiento disponible en relación con la COVID-19 y son compartidos con la intención de dar una respuesta colaborativa a la situación actual[1]

Dos de las agencia de evaluación de tecnologías sanitarias pertenecientes a RedETS, AVAlia-t (agencia gallega) y SECS (agencia canaria) han desarrollado una revisión bibliográfica periódica y sistemática que nos pone al día de manera ordenada y que se accede a través de su página web[2].

Otra interesante iniciativa son las guía de tratamiento COVID-19 desarrolladas por los National Institutes of Health (NHI), que establecen recomendaciones basadas tanto en la evidencia científica como en la opinión de expertos. Para cada una de las recomendaciones, siguiendo un modelo tradicional se indica la fuerza de la recomendación y la calidad de la evidencia que la soporta[3].

La tercera buena noticia es que, ante tal falta y necesidad de conocimiento, las autoridades y entidades financiadoras han relajado los procesos de aprobación de la investigación para acelerar la llegada de conocimiento que pueda ayudar a enfrentarse con la pandemia. Son ejemplos de la agilidad, la financiación a grupos investigadores solventes o la aprobación rápida de ensayos clínicos o de manejo de muestras biológicas. No cabe duda de que salirse de los protocolos puede ser un riesgo, pero mayor es someterse a la lentitud burocrática. Y aunque la forma de asignar recursos pueda adolecer de discrecionalidad e incompetencia, también se puede ver como una oportunidad para mejorarlos, para establecer y regular las excepciones.

Admitiendo sin reservas que no hay un mejor camino que el del ensayo clínico, se puede aprovechar esta urgencia que, nos obliga a actuar en un terreno cenagoso, para revalorizar los estudios observacionales controlados o las series de casos. Pero sobre todo, la de generar conocimiento a partir de la ingente acumulación electrónica de datos clínico-epidemiológicos. Necesitamos, más que nunca, compartir datos con las debidas garantías para los pacientes. Disponemos de herramientas tecnológicas que permiten analizar grandes volúmenes de datos, incluso aquellos que están poco o mal estructurados, en tiempos cada vez más reducidos y con una solvencia cada vez mayor que se acrecentará con la práctica. No perdamos este tren… y, mientras tanto, gracias por estas iniciativas de recopilación, catalogación clasificación de la información disponible y generación de nuevas evidencias.

Palabras clave: conocimiento covid-19 búsqueda evidencia
Número: 6 de 2020